2023 | REVISTA CIENTIFICA SEGURIDAD, CIENCIA & DEFENSA 9(9), 53-68|e-ISSN: 2413-869X

https://revista.unade.edu.do | https://doi.org/10.59794/rscd.2023.v9i9.113


EL CONTROL RESTRICTIVO DE LA FRONTERA MÉXICO-ESTADOUNIDENSE CON PRETEXTO DE LA MIGRACIÓN IRREGULAR. SÍNTOMA DE UN CAPITALISMO EN CRISIS

THE RESTRICTIVE CONTROL OF THE MEXICO-US BORDER UNDER THE PRETEXT OF IRREGULAR MIGRATION. SYMPTOM OF CAPITALISM IN CRISIS
 

Orcid png images | PNGWing Un correo-e difícil de responder… - FiscalBlog Jorge Morales Cardiel
Universidad de Colima, México

Recibido: 06 / 06 / 2023  Aprobado: 31 / 10 / 2023
 

 


CÓMO CITAR:

Morales Cardiel, D. J. (2023). El control restrictivo de la frontera México-EUA con pretexto de la migración irregular. Síntoma de un capitalismo en crisis. Seguridad, Ciencia & Defensa9(9), 53–68. https://doi.org/10.59794/rscd.2023.v9i9.113
 


Resumen   Abstract

La frontera norte mexicana que comparte con Estados Unidos juega un papel fundamental en el tratamiento político y administrativo de las migraciones irregulares provenientes del Sur Global. Su creciente securitizacion la ha convertido en uno de los síntomas más marcados de las crisis y contradicciones del capitalismo, debido a esto se presenta un control restrictivo en este espacio transfronterizo con pretexto de la migración.

PALABRAS CLAVE

Frontera México-Estados Unidos, Securitizacion, Migración Irregular, Neoproteccionismo, Desconexión

 

 

 

The Mexican northern border shared with the United States plays a fundamental role in the political and administrative treatment of irregular migrations coming from the Global South. Its growing securitization has turned it into one of the most marked symptoms of the crises and contradictions of capitalism, which is why there is a restrictive control in this cross-border space under the pretext of migration.

KEYWORDS

U.S.-Mexico Border, securitization, Irregular Migration, Neoprotectionism, Disconnection

 

 

Introducción

El papel que cumple México en el contexto actual de la dinámica migratoria en Norteamérica es relevante porque pasó de ser un país de expulsión migratoria a convertirse en un país de tránsito, lo que le ha dotado de una nueva función política en el contexto regional. Esta incluye una estrategia de securitización como parte de las políticas de control restrictivo de fronteras que se canaliza de manera negativa hacia la migración considerada como irregular, siendo muchos de estos desplazamientos de solicitantes de asilo.

La frontera norte de México es un punto clave y una de las mayores determinantes de la movilidad de las personas migrantes, esta presente como un verdadero punto neurálgico porque determina las relaciones geopolíticas entre ambos países: México y Estados Unidos. En este espacio existe una actual explosión de la migración irregular, que ha derivado en un estado de crisis humanitaria, pero esta no es una “crisis” propiamente dicha de los migrantes, forma parte de la compleja maquinaria del capitalismo en Estados Unidos por la restructuración de su mercado laboral interno, lo que ha llevado a la flexibilización y precarización del empleo tradicional de la aun economía más poderosa del planeta.

Hablamos de un neoproteccionismo e intento de desconexión del mercado interno estadounidense que contiene medidas como la securitizacion y militarización de toda la frontera compartida con México, lo que provoca en una primera instancia que estas migraciones no sean reconocidas como forzadas, sino todo lo contrario, hace que sea vista como una migración irregular o indocumentada, promoviendo a su vez una criminalización y persecución por parte del Estado mexicano hacia este sector de la población en movimiento. No obstante, a pesar de esta restricción de esta movilidad la migración no se va detener sino se contienen las desigualdades socio-económicas tan marcadas a nivel regional (Delgado y Márquez, 2012).

Por lo tanto, la frontera norte mexicana no es un mero determinismo geográfico, ya que no se puede dejar de lado la comprensión de que este territorio es cada vez más permeable y poroso a pasar de las restricciones, ya que en la medida que dichas desigualdades socioeconómicas crezcan producto de las cada vez más recurrentes crisis del capitalismo, la securitizacion será una medida contraproducente que atenta contra la vida de miles de personas migrantes atrapadas en este espacio transfronterizo.

Las vehementes medidas antiinmigrantes a través de diferentes cuerpos de seguridad pública entre México y Estado Unidos, con acuerdos comerciales de por medio, nos permiten vislumbrar el enfoque neoproteccionista y de desconexión. Por lo cual, el artículo pretende demostrar que el control restrictivo de esta frontera lo que en realidad intentan bloquear no es la huida geográfica de cientos de miles de personas consideradas como irregulares o indocumentadas, sino bloquear el escape socioeconómico de la pobreza y el acceso a nuevas oportunidades para la clase trabajadora desde el denominado Sur Global, y así mantener las desiguales presentes en los niveles de desarrollo.

A raíz de lo anterior, nos enfocaremos en las consecuencias espaciales de procesos geopolíticos en la frontera México-estadounidense, siendo el neoproteccionismo y la desconexión a través de la securitizacion de lo más evidente. Acompañado con la construcción de muros, dispositivos biopolíticos, discursos xenofóbicos políticos y la persecución punitiva de los migrante a través de diferentes cuerpos de seguridad pública (Bolaños, 2017).

Estas descripciones incluyen un enfoque teórico desde la geopolítica del capital, en donde la tesis del “neoproteccionismo” aquí planteada para Estados Unidos, que se desprende de la idea de la “desconexión” para las economías periféricas, encierra un aspecto ciertamente paradójico; ya que es más probable que los países desarrollados por su cuenta se desprendan de las economías subdesarrollados, a que estas naciones del Sur Global tengan un proyecto de desarrollo endógeno o auto centrado para dejar de depender del capital neoliberal.

De acercarnos a un conjunto hipotético de relaciones y variables se puede referir que además de paradójico esto representa una suerte de “doble dependencia” para las naciones del bloque periférico hacia el centro del desarrollo capitalista, ambas dentro del ámbito unilateral de la economía neoclásica exacerbada desde el periodo neoliberal. En otras palabras, mediante las nuevas medidas neoproteccionistas de contención de fronteras con pretexto de detener la migración irregular, lo que tenemos es una doble dependencia para naciones como México: una estructural-económica de subdesarrollo y otra dependencia instrumental-política que denota una falta de independencia en la toma de decisiones en el tema de las migraciones internacionales.

Perspectiva teórica-conceptual crítica

Empezaremos por la Biopolítica del poder adaptada al tema de las migraciones; entendida como la gestión, el control masivo y sistemático de la población, lo que puede generar un interés para seguir dotando de explicaciones teóricas hacia las migraciones irregulares atrapadas en cualquier frontera del mundo. En específico, por la producción de nuevas subjetividades, igualmente, el término “Biopolítica” significa la creación de nuevas formas de conocimiento sobre la sociedad y la población, para luego entender como ese conocimiento se usa en los gobiernos. (Bolaños, 2017).

Este es un enfoque proveniente de la filosofía posestructuralista, con sus dos más importantes exponentes; Michel Foucault y Jacques Derrida. En tal sentido, la Biopolítica adaptada al campo de las migraciones puede representar, como afirma Bolaños (2017), un doble interés; en primera instancia, porque atrae la atención sobre un conjunto de representaciones implícitas de una movilidad “normal”, y no tanto de una movilidad “patológica”.

De esta manera la Biopolítica es el sometimiento a dispositivos disciplinarios con categorías clasificatorias que convierten a los migrantes en “indocumentados”, “no autorizados”, “irregulares”. Inclusive en otro sentido que se consideran como positivos por estar normalizados dentro de la literatura en migraciones, cuando estos migrantes son considerados como “calificados” o “altamente calificados”, estos dispositivos van desde los pasaportes y visados, tarjetas de visitante por razones humanitarias (TVRH), visa de trabajo temporales, entre muchas otras dependiendo del país y de sus políticas de protección. Utilizando tecnologías disciplinarias que se han venido aplicado como una suerte de “anatomopolíticas”, señala Oliverira de Lima (2017).

Respecto a geopolítica de fronteras, tenemos que la tradicional geografía política ha terminado por enmarcase en perspectivas teóricas estructurales de mayor andamiaje dentro de las metanarrativas del conocimiento, asociadas al análisis del Sistema Mundo Moderno y a enfoques neomarxistas, que tienen como base el estudio de las distintas fases del desarrollo capitalista y sus repercusiones espaciales en distintas escalas geográficas; local, regional, estatal o interestatal. Este es un pensamiento que fundamentalmente concierne a la dependencia del modelo de crecimiento económico, autores como Immanuel Wallerstein (1988, 2005), Samir Amin (1975, 1997, 2002) y David Harvey (1982, 2000, 2014), entre otros, se han encargado de proyectar esta disciplina del conocimiento.

No obstante, el Sistema Mundo Moderno y los neomarxismos, como apéndices de la geografía política, al presentarse como teorías que corresponden exclusivamente a la historia del capitalismo han dejado de lado elementos fundamentales del paradigma civilizatorio contemporáneo. Por ejemplo, las crisis de los desplazados internos y las migraciones irregulares atrapadas en las fronteras, al no ser reconocidas como migraciones forzadas, lo que he permitido la evolución de los dispositivos biopolíticos y legales de las instituciones estatales que intentan sostener el vigente orden económico mundial.

Lo que hace surgir una suerte de “anti-geopolitica” (Conde, 2018). A pesar de todas las adversidades por la vigencia de las viejas perspectivas que se aferran a su nivel teórico pragmático en el campo de las migraciones, pero que no están en función de estudiar la acción colectiva de estas personas migrantes y de todas aquellas prácticas de resistencia que empiezan a sobresalir a pesar de las restricciones de frontera. Podríamos considerar que la Biopolítica y las anti-geografías son una suerte de “opción epistemológica”, como discute Varela (2016), al ofrecer nuevos puntos de vista privilegiados y distintos para analizar las políticas restrictivas de la movilidad humana.

Podemos decir que nuestra unidad de análisis, la frontera norte mexicana que comparte con Estados Unidos, posee una de las más visibles transgresiones socio-espaciales y el viraje más notorio hacia los nuevos centros de interés de esta anti-geopolitica. Precisamente por la creación de los límites políticos impuestos que dividen a dos países territorialmente afianzados por un control restrictivo, lo que lleva a que cientos de miles de seres humanos desplazados de sus lugares de origen o residencia arriesguen sus vidas.

Como afirma Conde (2018), que los argumentos políticos y geográficos no son más importantes que los objetivos del poder político, de ahí que él denomine como anti-geopolítica a las estrategias de resistencia o contraofensivas de actores no estatales en apariencia más débiles contra las relaciones de poder de los Estados. Podríamos estar entonces ante un concepto alternativo dentro de la geografía política, que, utilizado para explicar procesos territoriales, representa, en palabras del mismo autor, “un esfuerzo intelectual para explicar relaciones espaciales del quehacer humano en diferentes dimensiones, sin que las fronteras y las ideologías se conviertan en barreras mentales insuperables” (Conde, 2018: 52).

Neoproteccionismo y desconexión como síntoma del capitalismo en crisis

La tesis de la desconexión apareció primero en el libro de Samir Amin (1987) “La desconexión, hacia un sistema mundial policéntrico”, que retomaría este mismo autor en sus posteriores trabajos sobre el capitalismo senil.  La asociación de la tesis de Amin (1975, 1987, 1988, 1997) de la idea de la desconexión desde el norte desarrollado, corresponde con los agentes globales. Por ejemplo, con la propuesta de reestructuración y renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), vigente desde 1994, en donde intervienen Canadá, Estados Unidos y México. Propuesta inusitada procedente del gobierno de Washington cuando Donald Trump estaba en la presidencia, a raíz del mal manejo de las migraciones irregulares de parte del gobierno mexicano. Con la demarcación voluntaria del gobierno de Canadá, que de la misma forma contribuye hacia la desconexión del norte.

Obviamente, sin dejar de lado el entredicho de si este tratado comercial a lo largo de su ejecución ha sido en realidad una práctica e instrumento para el desarrollo en conjunto de la economía mexicana, y de sí en realidad logró “conectar” en beneficio del desarrollo de la sociedad mexicana, más allá de la progresiva liberalización del mercado que tenía como base el TLCAN. En donde tampoco a más de veinte años de su implementación se ha logrado equilibrar la balanza comercial para nuestro país, ni superar el obstáculo de la generación de empleos, ni mucho menos resarcir los efectos de la migración irregular de mexicanos, entre otros aspectos que en teoría se esperaban subsanar con la apertura de este tratado.

Siendo la clase empresarial de Estados Unidos en la practica la más beneficiada, lo que llama poderosamente la atención que mediante el gobierno republicano pretenda “desconectarse”. Otro indicio interesante para entender la trascendencia en cuanto a la volatilidad de los acuerdos comerciales, y de paso entender porque se pueden presentar como una desconexión disfrazada de proteccionismo, o viceversa, un proteccionismo disfrazado de desconexión, como un subproducto de la crisis financiera del 2008 (crisis que se originó en el seno mismo del sistema financiero de los países desarrollados) y que fueron seguidos de tres años de aletargamiento de las economías avanzadas, un fenómeno de “atonía económica”, según Anguiano (2013).

Sin embargo, originó que resurjan las tendencias proteccionistas y de resistencia de parte de una buena cantidad de gobiernos del Norte Global. Podemos citar que, en este periodo posterior a la crisis del 2008, además de la renegociación del TLCAN, en Europa se germinó el Brexit, con la salida de Inglaterra bajo la misma bandera proteccionista, desconectando de alguna forma la dependencia de naciones del sur de Europa, como España, Portugal, Grecia e Irlanda. Es decir, las nuevas crisis del capitalismo impactan inclusive hasta en los centros mismos del desarrollo.

El principio teórico de la desconexión de Samir Amin (1975, 1983, 1987, 1997, 2002), responde hacia una primera perspectiva que reconoce el papel importante de la periferia en el desarrollo de la acumulación capitalista, destacando de la misma forma el proceso de ajuste que representa las exigencias del capital. Para Amin (1997), la periferia por excelencia se encuentra definida por un modo de sumisión indirecta ante la dominación del capital y por lo mismo en un tipo impasse. Por lo tanto, insiste, la desconexión debe de responder a una exigencia propia de la transición socialista, en específico de sus relaciones de producción y de liberación nacional por las exigencias a una autentica respuesta popular a la crisis y a la situación mundial, y en vías de un desarrollo auto-centrado.

La desconexión con su síntoma neoproteccionista, por ende, debería de ser antes que una amenaza, una verdadera oportunidad para el Sur Global, ya que estamos ante otra contradicción más del sistema capitalista, alentadora para las economías periféricas, caso específico de México, quien ha sido el más castigado con los ataques virulentos del gran capital estadounidense mediante la reconstrucción de las fuerzas productivas locales. No olvidemos que esto es parte de un sistema aún dependiente y estructurado de forma instrumental, pero que presenta transiciones importantes mediante coyunturas como las que vimos hace poco a raíz de una profunda crisis por el Covid-19.

Hemos dejado entrever que el modo de producción capitalista dentro de cualquiera de sus recurrentes crisis genera exclusiones sociales, que a la postre se convertirán en migraciones transnacionales masivas que se dirigirán hacia los centros de desarrollo regionales, como Estados Unidos en Norteamérica. En este tenor, podemos verificar que el Estado mexicano sigue evolucionado como un gobierno que protege los intereses del gran capital privado estadounidense, lo que deriva en un contrasentido hacia la idea de la desconexión del actual gobierno de izquierda mexicano, quienes supuestamente pretenden deshacerse de este modelo neoliberal.

Y más lejos aún, en este preciso sentido, están el resto de las naciones de Latinoamérica de desprenderse de la economía de dependencia y de las cadenas de producción que generan valor dentro del capitalismo estadounidense. En otras palabras, siguiendo desde el lado sur fronterizo, lo que el gobierno de izquierdas en México está preservando y cuidando, paradójicamente al perseguir y criminalizar a los migrantes irregulares, aceptando sin cortapisas los acuerdos geopolíticos de protección de fronteras, son los medios de producción privados estadounidenses.

Este ejemplo nos ayuda a continuar con la paradoja de la desconexión desde el norte, donde los medios de producción se construyeron apropiándose del producto social creado por la mano de obra del trabajador migrante, mexicano o latinoamericano, por la importante tasa de plusvalía generada producto del mismo trabajo en condiciones de explotación e irregularidad, si confiamos en la tesis marxista del valor-trabajo del ejército de reserva del capitalismo. 

Como decía Dieterich (2003), acerca del capitalismo en crisis norteamericano, que, debido a su desesperada carrera por convertir hasta los últimos rincones del mundo en fuentes de ganancia para seguir reduciendo las condiciones mínimas para una calidad de vida, este capitalismo se acerca inexorablemente a sus últimos límites de valoración y ecológicos, como consecuencia de la reducción del capital variable (entre ellos la mano de obra migrante) hasta su más su mínima expresión posible.

Lo que también podemos observar hasta aquí, es que las antiguas recetas a la solución de los problemas generados por la crisis ya no funcionan, pues los costos humanos son desproporcionados para una población como la migrante que necesita protección, lo que genera lo que hemos denominado aquí una anti-geopolítica en la frontera norte de México. Hablamos de que los flujos masivos y explosivos que irrumpen el paisaje fronterizo del norte mexicano, que no se detendrán ante una mayor securitizacion, muchos menos si así de explosivas son las crisis recientes del capitalismo global.

Otra irrupción de este tipo acontece en la frontera entre Chile y Perú, en el cruce fronterizo de Tacna, donde se vive un escenario de creciente tensión, en otra frontera que también está formando una militarización para contener a los contingentes de migrantes venezolanos y haitianos, en su mayoría, que ahí se han congregado. Esta fue una medida extraordinaria del presidente chileno Gabriel Boric, que se extendió con pretexto de la delincuencia hacia la migración irregular, que incluía el encarcelamiento preventivo de los extranjeros que no pueden probar su documentación que acredite su identidad.

Este ejemplo, con las medidas extraordinarias de securitizacion del presidente chileno Boric en contra de los migrantes irregulares corrobora nuestra hipótesis; que aun siendo en el cono sur, lejos de la frontera mexicano-estadounidense es pertinente, ya que con el despliegue del ejército en la frontera con Perú y con Bolivia se prevén nuevos escenarios proteccionista para economías en picada. Este endurecimiento de la política migratoria chilena, es a raíz del coste de la vida en Chile, que, como en Estados Unidos por consecuencia de la inflación después de la crisis capitalista por la pandemia del Covid-19 tenemos el mismo endurecimiento de los controles fronterizos apoyados por miles de militares postrados en estos espacios.

Estos migrantes atrapados en la frontera chilena-peruana, pretenden continuar la ruta migratoria que terminará infaliblemente en la frontera México-estadounidense, si las autoridades chilenas y peruanas les permiten el acceso al no contar con la documentación requerida. Es probable que ejemplos como estos seguirán presentándose en diferentes puntos fronterizos de Latinoamérica en los próximos años, en especial en contextos de crisis tan marcadas y espontáneas del capitalismo global.

A raíz de esto tendremos, como afirmaba Morales (2017), múltiples expresiones de la desigualdad global situados en las fronteras, mismas que cumplirán funciones que girarán hacia otras formas muy distintas de especialización que ya no serán las de separación de viejos territorios o de formaciones nacionales. Las fronteras, para este autor, cumplirán una función de la configuración y protección de una nueva división global del trabajo, en función de facilitar e impulsar la reproducción de la geopolítica del capitalismo.

Una discusión geopolítica de fronteras

Anthony Giddens (1989) definió al Estado nacional como un depósito de poder de fronteras. A este tipo de aseveraciones, afortunadamente para el pensamiento geográfico se le une una extensa literatura que ha establecido como eje central la cuestión de los límites fronterizos para comprender las transformaciones espaciales en estos territorios. Esa misma literatura ha demostrado que esos límites ya han sido repartidos también al interior de los mismos Estados, igualmente, siguiendo lógicas exclusivamente estatales o geopolíticas (Ricciardi, 2017).

Para Morales (2017), las fronteras poseen una función delimitante impuesta en cuestión de los cambios que definirán los territorios pensados en que serán fijos. Este autor no descarta que las fronteras son un acontecimiento geográfico sumamente importante en la conformación de las sociedades latinoamericanas. En América Central (de donde proceden la mayoría de los migrantes en tránsito por México con destino a Estados Unidos), por ejemplo, las fronteras se han establecido bajo doctrinas que enfatizan su función demarcatoria, sella el mismo Morales (2017).

Este autor insiste que a pesar del eufemismo idealista con el que ciertos pensadores “hiperglobalizadores” (tales son los neo-marxistas y los seguidores de Sistema-mundo moderno) sentenciaron la abolición de las fronteras y el fin de la geografía política, la función demarcatoria entre Estados colindantes permanece con mayor empeño en medio de todas las transformaciones de la globalidad. Por lo cual, las fronteras no están conformadas por una dimensión única, sino por múltiples significados y realidades que terminan por resaltar una identidad desarrolla múltiples expresiones y funciones. Las fronteras, rubrica Morales (2017), como otros tantos territorios, son la arena de las contradicciones propias de la globalización, a la vez que territorios de exclusión.

Las fronteras igualmente existen para que los países definan una cultura de la legalidad dentro de estos espacios terrestres, una que permita al Estado-nación funcionar adecuadamente y así poder ser reconocido ante sus semejantes. Para los habitantes, permite que las categorías de “ciudadano” contribuyan a la residencia legal y otros derechos inalienables, todos son categorías esenciales de la definición de identidad, de la formulación de trayectorias de vida, de expectativas y de derechos que se deben de reivindicar (Bolaños, 2017).

Como lo menciona el reconocido geógrafo David Harvey (2000), las fronteras son un medio fundamental para defender las identidades étnico-culturales frente a la comprensión espacio-temporal, en conjunto con la mercantilización planetaria. Estas fronteras se han convertido en lugares con ciertas cualidades específicas que han logrado producir un sorprendente mosaico de entornos socio-ecológicos y estilos de vida.

En estos cambios de la territorialización espacial, ciertamente, no hubo nada natural en el trazado de estos límites, fueron meramente político-administrativos. En términos generales, solo en unas muy contadas ocasiones las características naturales o medio ambientales desempeñaron algún significativo papel en su definición (Harvey, 2000). Un poco de esto hubo en el trazo de la frontera que comparte México con Texas, en la región transfronteriza conocido como el Rio Grande Valle, en donde el Rio Bravo esta de intermedio como barrera física, lo mismo en la frontera sur con el Rio Suchiate que divide al estado de Chiapas con Guatemala.

Ciertamente la dinámica de las fronteras para México, como país de tránsito de cientos de miles de migrantes, se topa con el problema de comparar barreras administrativas tan diametralmente opuestas, por ejemplo, nuestro objeto de estudio: la frontera México-Norteamérica, que cuenta con 30,000 oficiales de migración para cubrir 3,099 kilómetros y la frontera México-Centroamérica, donde sólo se encuentran solamente 125 oficiales para vigilar 1,149 kilómetros (Benítez, 2011).

En este tenor, la frontera mexicana-estadounidense se extiende hacia la frontera sur mexicana, lo que se conoce como la verticalización de la frontera. A lo que los dispositivos biopolíticos con los controles fronterizos restrictivos y persecutorios a través de los muros y cercos militares han convertido a este espacio en una tierra incógnita e ingobernable, que más bien nos remonta a la Necropolitica del capital (Mbembe, 2011).

La crisis del capitalismo presente en la frontera México-estadounidense

Las crisis son un rasgo distintivo del régimen capitalista, alternativamente, son la suspensión del proceso de valorización y el relanzamiento de una nueva ola expansiva del capitalismo. En la dinámica de la acumulación de capital se desencadena una tendencia a la sobreproducción debido al incentivo permanente de afrontar la competencia mediante el incesante desarrollo de las fuerzas productivas que posibilitan el incremento de la productividad del trabajo y la generación de un sector desbordante de población migrante.

El desarrollo del capitalismo en Estados Unidos propició un acrecentamiento de la parte constante del capital en relación a la parte variable o, dicho de otro modo, se requiere cada vez menos trabajo vivo frente a al trabajo muerto en funciones. La sobreproducción del capital y sus mercancías en esta nación se basan en una mayor participación de la reproducción científica mediante la innovación tecnológica, a costa de ir depurando capitales obsoletos y de prescindir de enormes cantidades de trabajadores.

Existe un segundo movimiento, que es cuando el capital en crisis logra reorganizarse, emprendiendo una nueva etapa de expansión que le permite diversificarse y eventualmente ensanchar sus ramas de la producción, empleando de nueva cuenta a trabajadores que habían sido arrojados a la calle, o, a otros países deportados. A la larga, se impone la procreación de una sobrepoblación que siempre ha sido un rasgo estructural de la dinámica del desarrollo capitalista, esta población migrante puede ser relativa frente a las necesidades del capital, es decir, puede pasar a ocupar un lugar en el subempleo y estar a la espera de ser llamada de nueva cuenta a la producción.

La gestión del capital estadounidense sobre los trabajadores migrantes es crucial para que mediante los discursos y prácticas neoproteccionistas el capital local vuelva a rendir frutos después de las crisis. En esta etapa se reeditan formas ancestrales de acumulación originaria, es decir, se reanuda el proceso de proletarización que es detonado por una nueva fase de acumulación por desposesión (Harvey, 2014). Con todo, dentro de las crisis de valorización del capital subyace la descomposición del entorno capitalista (Márquez, 2009).

Pero no sólo eso, y aquí un rasgo importante del capitalismo en crisis: que no precisamente se trata de crisis capitalistas medidas a través de indicadores o estadísticas económicas convencionales, sino también de una profunda crisis civilizatoria dentro del entramado social en regiones que ciertamente son espacios liminales que separan a los polos opuestos de un mundo plagado de desarrollo desigual, huelga decirlo, como las fronteras. Por lo tanto, bajo estas nuevas formas o caracterización de la crisis capitalista es que se puede advertir el doble juego degradante de los trabajadores migrantes, quienes esperan ante las puertas del imperio para tener primero acceso a un empleo digno, y, por ende, a una mejor calidad de vida.

Estos migrantes situados en la frontera norte mexicana, quienes se han convertido en una suerte de “sobrepoblación relativa”, continuando con la jerga dialéctica marxista, y por lo tanto son rechazados y discriminados, inclusive por las poblaciones locales, por cierto, de origen migrante, como la mayoría de las ciudades fronterizas del lado mexicano. Segundo, se convierten en un tipo de energía vital que se dilapida en el proceso metabólico de reproducción capitalista, donde el imperativo es la ganancia a costa de la degradación humana como un mero elemento secundario de la modernidad capitalista.

Previo al capitalismo, las crisis eran producto de la escasez, el hambre y los desastres naturales, en la actualidad las crisis son causadas por el hombre escapando de su control, como consecuencia de una economía monetaria con fines de lucro (Roberts, 2016). Pero lo más importante a señalar es que las crisis demuestran por encima de todo que el capitalismo es un sistema con fallos, que a pesar de los grandes avances en la tecnología y de la productividad acelerada, el trabajo humano, como el del trabajador migrante paso de ser super-explotado, a estar soterrado y desairado en la nueva fase del modo de reproducción capitalista.

Lo que tiene sentido con la evolución de los hechos actuales de la crisis humanitaria en la frontera norte mexicana, donde la verdadera crisis de las migraciones ocurre por los acuerdos geopolíticos entre ambas naciones, México y Estados Unidos, cuando firman convenios de cooperación sin ningún respecto a los derechos humanos, como lo sucedido después de los acontecimientos de las caravas de migrantes entre el 2018 y 2019, cuando México por imposición de los Estados Unidos se convirtió en un supuesto “tercer país seguro”. Un acuerdo como practica geopolítica que consiste en devolver a los solicitantes de asilo al tránsito migratoria, hacia las principales ciudades fronterizas del lado mexicano de las cuales los migrantes intentaban escapar desesperadamente por toda la violencia acaecida.

Este fue la raíz de la tragedia acontecida la noche del 28 de marzo de 2023 dentro de la estación migratoria del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez, fronteriza con El Paso, Texas, un lugar que más bien fungía como una cárcel de barrotes para migrantes, en donde cuarenta personas, todos hombres, de Guatemala, Venezuela y El Salvador, murieron a consecuencia de un incendio que se propago dentro de esta instalación. Pero la realidad es que ellos murieron a consecuencia de la negligencia y el dolo criminal de las autoridades mexicanas, quienes no hicieron absolutamente nada por liberarlos cuando estaban en medio de las llamas.

Otro ejemplo de esta necropolitica estatal en la frontera mexicana-estadounidense ha sido la repatriación de la Border Partrol estadounidense, denominada como “repatriación literal” o “aliens transfer exit program”, una estrategia de seguridad que consiste en la deportación masiva de migrantes de Oeste a Este y de Este a Oeste de la frontera física entre ambos países, es decir, de la zona desértica entre Arizona-California y Sonora-Baja California hacia la región del Río Bravo y el Valle del Rio Grande, entre Coahuila-Tamaulipas-Texas y viceversa (Morales, 2019).

Este mecanismo de la Border Patrol estadounidense, es una estrategia cruel e inhumana, porque modifica la organización comunitaria y las dinámicas socio-económicas de las ciudades fronterizas mexicanas, además de condenar a la trashumancia a muchos de los migrantes que tienen que recorrer miles de kilómetros para volver intentar cruzar la frontera por el mismo lugar por donde lo intentaron, muchas veces sin dinero ni documentos. Una situación verdaderamente de riesgo al exponerlos al tráfico ilícito de migrantes por parte del crimen organizado, quienes tienen una fuerte presencia en esa región de la frontera norte (Morales, 2019).

A lo que se suma a estrategia previa de denominado “Título 42”, otra extensión de la política migratoria de militarización de fronteras de las administraciones estadounidenses de Donald Trump, respaldada por Joe Biden, la cual restringía el derecho internacional a solicitar asilo en la frontera entre los Estados Unidos y México. Este fue un programa que surgió a raíz de la pandemia del Covid-19, un acuerdo binacional que llegó a expulsar durante tres años 2,8 millones de personas migrantes de vuelta a las peligrosas ciudades mexicanas de la frontera (WOLA, 2023).

La limitación al asilo político del gobierno estadounidense siempre viene acompañada con una nueva militarización de la frontera, acaeciendo en tiempos de crisis del capitalismo, y con ello, nada coincidencial, el miedo irracional de una anticipada y masiva oleada migratoria, con titulares en la prensa que anuncian que las autoridades “se preparan para un incremento en la afluencia migratoria” (WOLA, 2023). Lo que a su vez incrementa el miedo y la xenofobia de la población local, pero sus fundamentos y raíces se pueden encontrar en nuevas campañas y periodos electorales.

Esto nos lleva al inicio de la crisis humanitaria de los solicitantes de asilo presentes en la frontera México-norteamericana, la cual se ha recrudecido desde la era del ex presidente estadounidense Donald Trump, y su intención de querer construir un muro que fue el sello su discurso antiinmigrante. A pesar de las promesas políticas del actual mandatario, Joe Biden, la realidad no es muy diferente con la nueva administración que siguió a Trump en el poder. De hecho, la situación en este espacio fronterizo no hace más que empeorar y agravarse para los solicitantes de asilo ahí atrapados.

Y los ejemplos sobran, como el tema del nuevo muro flotante en el Rio Grande que divide Texas con el estado de Coahuila, entre las ciudades de Piedras Negras y Eagle Pass, en donde incluso se instalaron boyas flotantes para evitar los cruces de migrantes de manera irregular. Eagle Pass, la ciudad texana, ha registrado el segundo mayor número de cruces de migrantes este año fiscal, con alrededor de 270 mil encuentros. Una situación que por impresionante que parezca esta medida inhumana tiene la aprobación de la mayoría de los texanos[1].

Estas son, como se ha mencionado, medidas contraproducentes, pero estas no cesan, otras medidas adoptadas por el gobierno republicano de Texas con el gobernador Greg Abbot al frente, fue desde abril de 2023 fletar autobuses para enviar a los migrantes que cruzan esta misma parte de la frontera en Del Río y Eagle Pass, TX, a ciudades como Washington, D.C., Nueva York y Chicago. El pretexto, dice Abbott, es que son una carga para Texas, y quiere darles a los demócratas una muestra de lo que sufren las comunidades texanas al transportar a los migrantes a sus ciudades.

En dos meses, unos 7.700 migrantes han sido dejados en Washington en más de 185 autobuses desde abril como parte de la Operación “Lone Star”, una disposición que también financia el tema de las boyas flotantes. Una controvertida iniciativa para asegurar la frontera entre Texas y México que se puso en marcha en marzo de 2021, y que, para algunos migrantes, los autobuses gratuitos son un transporte como regalo de bienvenida por debajo del juego político.

En este punto, es muy notable la percepción de cierta clase política, como el gobernador de Texas y quienes están de acuerdo con sus medidas, en relación a lo que consideran como "carga pública" a los migrantes. Lo que no es igual en otros lugares del planeta donde también están experimentando mayores presiones en el tema migratorio, por ejemplo, Alemania, con una extensión territorial de 357,587 km2 y una población de 83 millones de habitantes, enfrenta actualmente la crisis de refugiados provenientes de Ucrania como consecuencia de la guerra con Rusia, que se sumaron a los migrantes forzados del Medio Oriente como consecuencia de más enfrentamientos bélicos, tan sólo una década y media antes.

La nueva realidad alemana comparada con el estado de Texas parece inverosímil, ya que tiene una extensión territorial de 696.241 km2, el doble que Alemania con 357,592 km², y una población de 29.5 millones de habitantes, tres veces menos que la alemana con 83.2 millones. Nos demuestra que lo que existe en Texas es una animadversión hacia los inmigrantes irregulares de otras latitudes más al sur, que llevan a seguir creyendo que construir muros entre fronteras puede ser la solución, incluso si estos están en medio del agua.

Otros hechos de securitizacion militarizada en esta frontera se dieron finalizado el “Titulo 42”, cuando el Gobierno de Joe Biden envió 1.500 soldados añadidos a diferentes puntos de la frontera México-estadounidense, con la intención de adelantarse a la supuesta masiva afluencia de migrantes que se espera intenten cruzar desesperadamente hacia suelo norteamericano cuando fenezca la implementación del Título 42. A lo que se sumaron otros 500 militares de elite enviados por el susodicho gobernador conservador texano, Greg Abbot para resguardar su estado de esta supuesta invasión de migrantes.

Incluso el mismo gobernador Abbott, solicitó la llamada ‘cláusula de invasión’ de las constituciones de Texas, según el gobernador, esta cláusula contiene la creciente problemática de que los cárteles de la droga mexicanos, quienes tienen una importante presencia en las ciudades fronterizas mexicanas, sean considerados como organizaciones terroristas. Pero no es nuevo de que el ejército estadounidense preste apoyo al Departamento de Seguridad Nacional en la frontera. Lo que sí es nuevo es la coordinación entre ambos cuerpos de seguridad militar de ambos países, México y Estados Unidos, como si se estuviera declarando una guerra a los migrantes irregulares del Sur Global.

Hay que recordar que desde el ascenso de la izquierda en México con el gobierno encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador que coincidió con el de Donald Trump, se utilizó a la recién formada Guardia Nacional para detener a los migrantes en su intento de internarse a México con destino a Estados Unidos. Este fue un cuerpo de seguridad creado para realizar trabajos de seguridad pública ante el crimen organizado, colaborando con los estados y municipios mexicanos ante el inminente y creciente peligro de la criminalidad en México. En otras palabras, la Guardia Nacional, no posee ninguna capacitación en temas correspondientes a los derechos humanos de las personas migrantes.

 Dicho sea de paso, el gobierno mexicano se ha dedicado a firmar todos los acuerdos y tratados internacionales de derechos humanos, cuando la realidad de los hechos dista mucho de ser cierta esta formalidad. Por lo tanto, la securitizacion en conjunto con la verticalización de la frontera norte es parte de una serie de medidas aplicadas para controlar esta supuesta amenaza a la seguridad nacional estadounidense, porque los derechos humanos de los migrantes rara vez se tienen en cuenta (Barona y Tejero, 2021). 

 La tendencia es, que mientras siga aumentando la implantación de los mecanismos de seguridad trasnacional a través de la cooperación estratégica geopolítica del capital estadounidense con la supuesta detención de las migraciones irregulares, materializado en la frontera con el citado control prohibitivo. Lo que sobre el terreno de los hechos está llevando a que estas personas migrantes caigan en las redes de traficantes, al ser de los pocos medios para lograr atravesar dichas fronteras, porque la migración difícilmente se va a detener mientras continúen profundizándose las desigualdades socioeconómicas en ambos lados de la frontera.

Esta contradicción es intrínseca a la militarización de la frontera como medida de “securitización”, ya que esta se produce cuando existe una amenaza eminente para un objeto que un grupo de personas valora mucho. Esto significa que, para que se produzca la securitización, una comunidad debe expresar que se siente amenazada por un peligro presente (Barona y Tejero, 2021). Dicho peligro para el caso de la migración irregular ha sido construido a través de discursos políticos y noticias de corte xenofóbico, a través de una suerte de violencia simbólica (Zizek, 20080.

Por último, comentar que esta militarización y securitizacion está legitimada, primero por los gobiernos y por consecuencia pasa después a la población local, esta viene disfrazada de neoproteccionismo utilizándose para explicar la respuesta desproporcionada que han dado dichos gobiernos mediante la seguridad fronteriza. De paso a dado forma a las formas en que los migrantes han sido considerados una amenaza y criminalizados (Barona y Tejero, 2021).

 

Conclusión

Para el caso mexicano, el guardián de la frontera sur estadounidense, la concepción de su nuevo papel geopolítico al retener las migraciones irregulares sigue siendo clientelista porque responde a lealtades políticas y la opinión pública local estadounidense. Para los migrantes atrapados en la frontera México-estadounidense, la continuación de la violencia en el trasiego humanitario los expone a las mafias del crimen organizado en calidad de carne de cañón, haciendo latente las masivas violaciones a los derechos humanos que padecen desde la clandestinidad del ser migrante “indocumentado o ilegal” que intenta cruzar la frontera al margen de la protección estatal.

Bajo estas contradictorias geopolíticas, la crisis humanitaria del migrante se sitúa dentro del carácter sistémico de una crisis mayor civilizatoria del capitalismo en su etapa senil. Otra faceta de esta crisis que viene mostrando una marcada xenofobia de parte de la población local que no pretende sobrellevar el arribo de más migraciones. Pero este matiz de la violencia resulta fundamental para el funcionamiento del sistema capitalista por la segregación de grupos enteros para proteger su economía laboral en medio de la crisis.

No importa el nivel socioeconómico de las comunidades que rechazan a los migrantes, ni se estas personas son en realidad una auténtica amenaza, de cualquier modo, se activa el estado de emergencia, en especial en la frontera México-estadounidense, haciendo que los migrantes jueguen el papel de chivos expiatorios de un capitalismo en crisis. Lo que lleva a la aplicación de políticas que a la postre se convierten en representaciones justificadoras de medidas autoritarias y punitivas de la gestión de los flujos migratorios no autorizados.

El Estado mexicano en la realidad de los hechos arremete contra estos migrantes irregulares con una suerte de externalización o verticalización de la frontera norte, pero que claramente es una consecuencia de los acuerdos de seguridad transnacional orquestados desde Estados Unidos, que con cada nueva crisis financiera del capitalismo incrementa la securitizacion de fronteras.

De tal forma, la persecución de los migrantes que no tienen la posibilidad de acceder al sistema de clasificación legal mediante el refugio político crece, además de encontrarse expuestos en cualquier momento a detenciones arbitrarias, deportaciones o retornos forzados. Todo mediante los dispositivos biopolíticos de contención de fronteras, que parecen ser estrategias de depuración del mercado laboral más allá de las fronteras geográficas, en supuestos países seguros de tránsito, descontando interés además hacia la reconstrucción de las acciones que promueven la migración legal.

Con lo anterior se asume que la violencia hacia los migrantes en la frontera norte mexicana es debido a las contradicciones de las dinámicas de acumulación capitalista, con estructuras de poder estatal que tiene políticas persecutorias anti-inmigrantes.  Pero lo cierto es que estamos entrando a un terreno desconocido y ante un futuro aún más impredecible, aún bajo la hegemonía capitalista que puede ser dentro de una fase senil bastante peligrosa para las personas en condición de movilidad. No obstante, se puede entrever que se avecinan cambios importantes dentro de otra fase que pueda llevar a esa deconstrucción del desarrollo.

Por otra parte, no podemos descartar la desconexión desde Estados Unidos, ante la emergencia de la economía China, de ahí que el desligamiento y posterior restructuración de tratados comerciales que puedan llevar a la desconexión, y que debe de ser interpretado en otros términos de resarcir las desigualdades internas de las naciones periféricas, hacia el proyecto de socialismo a nivel nación que el mismo Samir Amin sugería.

Pero habrá que darse cuenta de forma generalizada de que estamos en esa coyuntura y que se tiene que empezar a caminar rumbo a la desconexión propia, tomado ventaja de la emergencia de un gobierno de izquierda en México, por ejemplo. Una desconexión tanto estructural-económica e instrumental-política, y no seguir optando por más dependencia de donde quiera que venga, como tristemente vemos de parte de los tomadores de decisiones que están optando por esta medida.

 

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